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miércoles, septiembre 16, 2009

Un pueblo a por uvas

La crisis empuja medio siglo después a todos los deifonteros en edad de trabajar a volver a los días de vendimia en la lejana Francia

MAR VALLEJO| DEIFONTES
El trabajo temporal en los viñedos franceses deja con la mitad de población a la localidad granadina. /M. VALLEJO
En el pueblo quedan muchos niños con sus abuelos y las guarderías trabajan al cien por cien. /M. VALLEJO
<< 12 >> «Este año se han marchado a Francia personas que llevaban veinte años sin ir»Medio siglo después, la historia se repite. Miriam no deja de llorar. Apenas tiene dos años y es su primer día en la 'guarde'. Entre lágrimas, llama a su mamá, y cada suspiro que deja escapar contagia, de forma sorprendente, al resto de sus compañeros. Con todos ellos tiene algo en común: sus padres se encuentran trabajando a cientos de kilómetros.
La situación se repite cada año en Deifontes con la llegada del 'vendémiaire'. Se trata del primer mes del calendario republicano francés, cuyos días primero y último coincidían, respectivamente, con el 22 de septiembre y el 21 de octubre. Traducido al castellano, el término 'vendimiario' hace referencia a las vendimias de ese país, por las que han pasado decenas de generaciones de deifonteros.
Este municipio de los Montes Orientales está reviviendo esta época como hacía años que no lo hacía. La falta de empleo derivada de la crisis ha provocado que la mitad de su población se haya marchado a la vendimia. Concretamente, de los 2.522 habitantes que tiene Deifontes, «unos 1.200 se han marchado fuera a trabajar, en su mayoría, matrimonios y jóvenes», apunta el alcalde del municipio, Manuel Espínola. Tanto es así, que el pueblo ha quedado custodiado prácticamente por sus mayores. Y en la guardería habilitada para los hijos de los temporeros, desde el pasado lunes 8 de septiembre, hay el doble de niños que en temporadas anteriores.
Treinta niños
Así lo certifica Silvia García, directora del centro. «Este año tenemos una treintena de niños de 0 a 2 años. El incremento se ha debido a que mucha gente se ha quedado en paro, y ve en la vendimia una oportunidad de trabajo. Incluso ha habido quien se ha marchado antes a Francia para trabajar en la uva de mesa, por eso estamos a tope desde el primer día», señala.
La guardería, que cerrará en noviembre para volver a abrir en la temporada de la aceituna, es subvencionada por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento del municipio. Aquí, los niños desayunan, almuerzan y meriendan. A las cinco de la tarde, toca volver a casa. «Son los abuelos o los tíos quienes se quedan con ellos y vienen a recogerlos. La ausencia de los padres es más llevadera para unos niños que para otros. Es inevitable y normal que empiecen a llorar y a llamar a sus madres», señala.
Sin embargo, con el paso de los días y la diversión derivada de las actividades lúdicas, se van acostumbrando. Además, esta guardería se diferencia del resto porque, según Silvia, «todos los niños son del pueblo y se conocen; ya se han visto antes jugado en la plaza o en la calle».
Aquí también tienen en cuenta las directrices para prevenir la Gripe A. Por eso, como apunta la directora, «utilizamos material desechable, nos lavamos las manos muy a menudo y controlamos que los niños no tengan fiebre». La cocinera es la única que lleva mascarilla porque, según Silvia, «si nosotras la lleváramos los niños se asustarían, ya que son muy pequeños».
La guardería para los hijos de los temporeros, además de suponer un respiro para los abuelos que se quedan a cargo de los más pequeños es también una oportunidad de trabajo para los vecinos de Deifontes. Lleva en marcha 26 años, y para cada edición se crea una bolsa de trabajo seguida de un sorteo de las plazas, que en total son cuatro. Para cada puesto se requiere un tipo de formación, y según Espínola, «la adjudicación de plazas se hace con mucha anterioridad por si alguien tiene que renunciar a su puesto en la vendimia, y así dejárselo a otro».
Para el próximo año, el alcalde tiene previsto contar con una nueva guardería que dejará de ser temporera y abrirá todo el año. Actualmente se encuentra en obras, y según Espínola, «tendrá capacidad para 35 niños, y podrán venir de otros municipios cercanos».
20 años sin ir
El alcalde de Deifontes subraya que «este año se han marchado a Francia personas que llevaban veinte años sin ir, debido a la crisis». Sobre todo, apunta, «han emigrado albañiles e incluso tres miembros de una misma familia; entre las campañas de la uva, la cereza y la aceituna, muchos ganan para pasar el año, y menos mal que nos queda Francia».
Por eso el pueblo está «casi vacío» en este tiempo. La plaza del Ayuntamiento, «que siempre está llena de gente», según Espínola, ahora está despoblada. Justo al contrario de lo que ocurre en la campaña de la aceituna, que tiene lugar en Deifontes desde el mes de diciembre hasta febrero. «El 95 por ciento de nuestro cultivo es el olivar, y debido a la falta de mano de obra para la recogida, suelen venir unos 400 inmigrantes a trabajar, sobre todo rumanos y ecuatorianos», afirma el alcalde.
Entonces, el pueblo se encuentra repleto de gente y la guardería acoge «al triple de niños que hay ahora», señala.
Pueblo emigrante
Recuerda Espínola, que desde los años sesenta, Deifontes ha sido un pueblo de emigrantes. El precursor del movimiento, por el que los vecinos comenzaron a marcharse a Francia para trabajar, fue Gregorio Fernández, vecino del municipio. «Él se fue allí con su familia, y al ver que necesitaban a más trabajadores, comenzó a llamar a gente del pueblo. Por eso, ahora la gran mayoría de los deifonteros ha estado en Francia», afirma Espínola.
En reconocimiento a Gregorio Fernández, una de las dos grandes avenidas del municipio lleva su nombre. La otra se llama Vidauban, un pueblo francés hermanado con Deifontes.

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